En los inicios de la Banda Elástica hubo
algunas deserciones antes de que el sueño se pusiera realmente en marcha. Y en medio de ese "desorden" inicial, una afortunada circunstancia fue cuando Hugo Pierre, para cubrir una de las "plazas vacantes" del octeto proyectado, me sugirió que llamáramos a otro saxofonista, Enrique Varela, en quien él confiaba plenamente ya que habían compartido muchas aventuras
musicales. Y cuánta razón tenía...Yo sabía que Varela era muy experimentado, con una gran trayectoria,
pero nunca imaginé que nos toparíamos con tanto talento y tanta serena
autoridad. Tenía una imaginación y un swing sin fisuras, un oído fenomenal y muchas veces, al escucharlo, comentábamos con Jorge
Navarro que era como estar delante de uno de los grandes maestros del jazz,
tanta era su fluidez y su solvencia.
De las muchas cosas disfrutables que había
en la Banda, recuerdo con mucho cariño que cuando hacían "Flores negras"
junto con Navarro, y era un número para especial lucimiento de Enrique en saxo soprano, siempre
me quedaba al costado del escenario para paladear cada frase que nos regalaba.
Y cada vez que concluía el tema, la sensación que me inundaba podía traducirse
en "Maestrazo!"...
En suma, un talento exquisito y todo un
caballero, un auténtico irrepetible. Los que fuimos sus compañeros y amigos
vamos a echarlo de menos. Y la buena música también.
Días pasados no pude menos que asombrarme al leer la noticia del
premio que la Universidad Finisterrae otorgó a un grupo de alumnos, a propósito
de un concurso de proyectos de interés social. El premio en cuestión era por la creación de una aplicación para teléfonos
celulares, denominada “Trueque”, que permitiría a sus usuarios conocer al
instante el valor de diversos objetos y mercancías, para ser
trocados sin necesidad de dinero de por medio.
Hasta aquí podría parecer interesante, dado el aumento en
los últimos tiempos de la modalidad de
trueque en las capas medias de la población. Pero la sorpresa llega cuando uno
se entera de que la idea central del proyecto es que se desarrolle en campamentos,
con lo que uno se pregunta cuál será la posibilidad de los habitantes de
campamentos de disponer de objetos o mercancías que “les sobren” como para
trocar con otros habitantes, supuestamente en las mismas condiciones. Y la
sorpresa aumenta a niveles de incredulidad cuando uno se entera que dicha aplicación
solamente funciona en celulares de última generación...
La primera reflexión es acerca de si esos alumnos estuvieron
alguna vez en un campamento y tomaron contacto con las terribles condiciones
imperantes. O si alguna vez se interesaron en hablar con alguno de sus desafortunados habitantes. O si
alguna vez se preguntaron qué sería lo primero que sensatamente haría alguno de
ellos si cayera en sus manos un teléfono celular de semejante valor. O si
pensaron alguna vez en cuántas cosas necesitarían tener esas personas, antes de la sofisticación que significa internet. Y de nada vale que
se alegue que una compañía telefónica podría interesarse en proveer esa conexión
como experiencia piloto. No es difícil imaginar adónde apunta esa compañía.
Y
la segunda reflexión, realmente preocupante, es que autoridades universitarias
otorguen un premio así, en lugar de hacer revisar a sus alumnos la irrealidad de sus
miradas, por decirlo de una manera suave, o en lugar de hacerlos visitar esos lugares de los que seguramente sólo han oído hablar y a los
que no se han acercado ni en sus fantasías.
Pero quizás lo realmente patético de todo este dislate es
darse cuenta que esta fase altamente tecnificada de nuestra cultura, con sus
variada gama de recursos digitales (Twitter, Facebook, etc.), parece estar haciendo que, por ejemplo, esos
alumnos y autoridades, así como tantísima otra gente, terminen creyendo que la
vida pasa por sus teléfonos.
En la inmensidad del espacio musical siempre se puede elegir un paseo lleno de posibilidades de descubrimiento y enriquecimiento emocional, del mismo modo que en una travesía por la enorme gama de paisajes que nos regala la naturaleza.
E igualmente que en un paseo, uno puede
detenerse y contemplar largamente la inefable belleza del mundo sinfónico de un
compositor, tanto como caminar y recorrer los vericuetos de las nuevas formas
que aportó el siglo XX.
Y al igual que el paisaje, nunca se agota
y siempre se renueva, por lo tanto no hay límite para explorar y reexplorar,
profundizando cada vez más el conocimiento y, más importante aún, enriqueciendo
la experiencia y la conexión emocional con ese maravilloso mundo que es la
música, el último refugio de la poesía sin palabras.
PASEOS MUSICALES 1
EL FIN DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX
Las vivencias de uno de los momentos más
críticos del mundo occidental y su traducción en la música, haciendo también
mención a otras formas artísticas.
Apogeo y evolución del romanticismo
Las poderosas intuiciones
Caminando por el borde
Los nuevos caminos
Grupos de 6 personas
Cuatro sesiones, los días jueves, de
19:00 a 21:00, a partir del 16 de agosto. ¡Inscríbete!
Un hombre de avanzada edad visita a su médico y le plantea su
preocupación por las lógicas dificultades que tiene en cuanto al sexo.
- Doctor, el asunto ya no funciona más...
-¿Y qué esperaba, hombre? - responde el doctor - Usted está por
cumplir 85 años.
- Pero es que mi socio, que ya tiene 88, dice que tiene relaciones
tres veces por semana.
- ¿Y cuál es el problema? Usted también diga...
Este viejo cuento ilustra una de las
características más sobresalientes de la cultura actual, en la que el marketing
ha reemplazado a la ética y la desaforada búsqueda de popularidad hace que la
apariencia ocupe el lugar de la verdad. No es poco lo que contribuyen los
medios masivos, como la televisión con esos atroces engendros de
exhibicionismo, que no casualmente se dan en llamar "reality". No sé
si muchos recuerdan que esos engendros son patéticos derivados comerciales de
"1984", una aterradora obra futurista de George Orwell (que tuvo una
excelente versión fílmica precisamente en 1984), que en la figura del
"Gran hermano" presenta al siniestro personaje que conduce y digita
la constante escritura y reescritura de la historia. El pasado deja de tener
entidad y sólo importa el relato mistificado de un ayer inventado que convierte
la vida en un eterno presente con cuestionables posibilidades de futuro. Creo
que cabría preguntarse cuán lejos o cuán cerca estamos de ese
escenario.
Figuras de la farándula que se escudan en la cirugía, no para ser sino para parecer; políticos de todos los sectores que se
llenan la boca criticando lo que ellos mismo hicieron en otro tiempo; sacerdotes
que frente a fotos comprometedoras aducen "amistades de infancia"; presidentes y funcionarios tratando de disfrazar
con palabras un dudoso pasado pro dictadura.
Hasta el 15 de julio, en el salón de
exposiciones de la Corporación Cultural de Las Condes (Apoquindo 6570), se exhibe la muestra "Pintura
eterna", con obras de Pedro Lira.
Creo que es un paseo ineludible, y seguramente memorable, por la
obra de quien considero el máximo exponente de la pintura chilena
tradicional. Una a una, las imágenes deleitan por la maestría del trazo sereno y
conmovedor, a no dudar obediente reflejo de una mirada cálida y hasta diría
benévola, pero no por eso menos penetrante y certera. Tal vez en los paisajes
esa mirada resulte un poco más distanciada y algo inclinada a la "representación", pero cuando aborda personajes y sus escenas,
especialmente con la figura femenina, es cuando el contacto se hace intenso y
el relato afectivo captura.
De cuño romántico, encontramos ecos de la
luz goyesca en "Escena en la playa"
o reminiscencias de los maestros franceses en "La
lectura interrumpida".
Y a pesar de su manifiesto desapego
de las tendencias europeas de fines del siglo XIX, no podemos dejar de apreciar
destellos impresionistas en esta escena
Pero sin duda, los dos puntos de mayor
atracción de la muestra son la intimidad y la ternura de "El Pelusa"
y la sobria emoción, contenida y dramática, de "La carta de amor": una obra maestra.
Otra tristeza, otro pedazo de la vida de
uno que se pierde en la bruma sin retorno. Es como si la partida de una de esas
figuras lo dejara a uno con el espacio más chiquito, como si las luces fueran
de a poquito perdiendo brillo. Así como el Negro
Fontanarrosa, Caloi (otro "negro" que se va...) nos iluminó con su
humor popular y sabio, sin olvidar que su talento era capaz de descubrir un montón de otras
conmovedoras imágenes, más acá y más allá del humor, como bien gocé hace unos años en una exposición de sus
trabajos en Rosario.
En lo personal, no fueron muchos los
encuentros pero sí siempre gratos y sobre todo divertidos. Para compartir, me queda el recuerdo de un asado en una casa-quinta, allá por el noventa y tantos,
con un desopilante partido de fútbol incluido... De pie, Pedro Pablo García
Caffi, Joan Manuel Serrat, Negro Fontanarrosa, Chiche Aisenberg y Berri Navarro;
agachados, Caloi y yo.
Gracias, Negro, por tanto regalo de humor
y que tengas un buen viaje.
A propósito de una charla con mi amigo Gabriel Bunster acerca de la conexión y el trabajo en equipo, se me ocurrió traer al blog un bello ejemplo: el primer movimiento del Cuarteto No.2 de Borodin, interpretado por el Cuarteto Kopelman. Mikhail Kopelman fue, durante veinte años, el primer violín del Cuarteto Borodin, tal vez el más excelso cuarteto de todos los tiempos.
La forma del cuarteto de cuerdas es tal vez el más exquisito ejemplo de "destilado musical", vigente ya desde los tiempos fundacionales de Haydn hasta nuestros días. No sólo la escritura de la forma cuarteto es una suerte de compendio expresivo llevado al extremo, también la forma "física" del cuarteto (dos violines, viola, cello) nos muestra cómo la "conexión" permite volar y fluir por esos insospechados espacios de la inspiración musical. No casualmente muchos de los mejores compositores de primera línea, siendo grandes sinfonistas, llegaron en la etapa final de sus vidas a este excepcional territorio del cuarteto de cuerdas, en el que volcaron toda su sabiduría y su capacidad de síntesis.
En el video del Cuarteto Kopelman se puede apreciar cómo "respiran" sincronizadamente para que el lirismo de Borodin aparezca en todo su esplendor. Se mueven como hojas de una maravillosa planta mecida por una envolvente brisa.
La conexión suele ser mágica, todos volando alrededor de un mismo centro que no está en ningún lado o, mejor dicho, está dentro de nosotros mismos. Y en el caso de estos excepcionales intérpretes, en ese mecerse y en esa
sincronicidad la música envuelve con su brillo, la música captura. Tanto a quienes
la hacen como a quienes la escuchan...
En una de las primeras reuniones en las que participé con los amigos de la Akademia (link pendiente) fui invitado a hacer una sesión de música para compartir con ellos. Después de mucho pensar (bueno, tampoco tanto...) decidí que, entre las múltiples opciones disponibles. un buen hilo conductor de la escucha podía ser mostrar los cambios de curso en el camino de la historia musical a través de ejemplos de composición o interpretación.
El encuentro se llamó "Las músicas que cambiaron el mundo" y los ejemplos, sin seguir un estricto orden cronológico y sin distinción de géneros, intentaron ejemplificar algunas de las innovaciones y sustanciales cambios de dirección que marcaron lo que conocemos como la historia de la música.
Como pequeño ejemplo de este recorrido, baste mencionar la historia que contaba Vinicius de Moraes acerca del inicio de la bossa nova, cuando los "nombres" de entonces (Vinicius, Tom Jobim, etc.) se reunían habitualmente en el legendario "Castelinho", inquietos en la búsqueda de las nuevas formas de la música brasileña. Y cómo un menudo y tímido muchachito que a veces aparecía por ahí, un día se animó a tocar delante de ellos y cómo, después de escucharlo, Jobim dijo "Señores, es esto...". Ese muchachito se llamaba Joao Gilberto.
Sin duda, la limitación de tiempo hizo que la "muestra" fuera acotada, pero de todas maneras la experiencia fue valiosa y creo que el impacto emocional, que es en realidad lo que más importa, fue profundo. Tanto es así que me animé a concluir el encuentro con la escucha de "Metamorfosis" de Richard Strauss, que si bien caía fuera de los límites del marco de referencia (músicas que cambiaron el mundo), me pareció que podía ser un cierre contundente por la tremenda carga emotiva de la obra.
A lo largo de toda la sesión, pude apreciar en las caras de mis amigos cómo la escucha guiada les abría insospechados paisajes y conseguía cautivarlos, no porque fueran, como en algunos casos, músicas desconocidas sino porque, más pronto o más tarde, iban consiguiendo cambiar el "modo" de la escucha y después ya era diferente el brillo en sus ojos.
Hace muchos años, estando en casa con un buen amigo, empresario de mudanzas y especialista en mover pianos, le pedí que llevara un piano vertical desde una habitación de la casa a otra. Accedió, como siempre de buen grado, y con una sonrisa algo enigmática me dijo que podíamos hacerlo en ese mismo momento si yo me animaba a darle una mano. Lo miré con cara de incredulidad, pensando que lo decía en broma, pero él insistió, siempre sonriente, que la cosa iba en serio.
Trajo los elementos de su camioneta y confiando en él, como siempre lo hice, dejé que me pusiera el arnés y que colocara el gancho debajo de uno de los extremos del piano, lo que me dejó un poco agachado. Siempre con una sonrisa, me preguntó si estaba listo y a su cuenta de tres intenté levantar el piano. Ni qué decir que no pude moverlo ni un milímetro. Ya a esta altura de los acontecimientos, la sonrisa de mi amigo Carlos se había convertido en franca risa...
Y se produjo el siguiente diálogo:
Carlos (entre risas) - ¿Qué hiciste?
Yo - Y... traté de levantar el piano.
Carlos - Pero hiciste una fuerza bárbara y te pusiste rojo como un tomate.
Yo - Bueno, el piano no es una pluma que digamos...
Carlos - Pero la cosa no es así, es mucho más fácil. Si te arrimas bien pegado al piano y después tratas de levantarte de a poco, el piano vendrá contigo.
Siempre amparado en la confianza, hice lo que me decía y, para mi enorme sorpresa, pude levantar el piano. No digo que sin esfuerzo pero con una naturalidad que aún hoy recuerdo como increíble.
La enorme lección, a la que siempre estoy agradecido, fue comprender que para abordar las cosas hay que aprender primero a colocarse de la manera adecuada. Y después lo asocié con la música, concluyendo que descubrir el "cómo ponerse" frente a la experiencia musical es la clave para una auténtica comprensión en profundidad.
A propósito de la anomia que progresivamente nos invade, es refrescante volver a oír el primer movimiento de la 5a. sinfonía de Beethoven, tal vez uno de los ejemplos de mayor perfección formal en el campo de la literatura sinfónica.
En el mundo que nos rodea vemos con harta frecuencia, demasiada diría, el diseño aluvional tan propio del posmodernismo, con su mezcla de elementos y colores de distinta génesis y paleta; y la resultante, como no podría ser de otra manera, son formas por demás arbitrarias y extravagantes, como si eso fuera garantía de modernidad e innovación.
En cambio, Beethoven nos muestra en ese primer movimiento cómo se puede desarrollar una "gran forma" a partir de una célula simple,
y su primera derivada,
para luego desarrollar y explotar todo su potencial interno. Bastante parecido a lo que hace la naturaleza, ¿verdad?
Y no es que este criterio se corresponda con fases históricas o movimientos culturales anteriores. Hay excelentes ejemplos de diseño integral en la primera mitad del siglo XX, en arquitectos como Frank Lloyd Wright
Sé que su obra ya se inscribió en lo que no se podrá borrar, sé que su vena poética siempre perfumará el jardín de las cosas buenas para el alma, sé que su imagen afilada y tierna quedará para siempre grabada en la memoria de tantos y tantos...
Pero igualmente vamos a extrañarlo.
Comparto este hermoso video hecho por su compañero y amigo Emilio Del Guercio.
Hace unos cuantos años comencé a indagar en el fenómeno de la pronunciación en otros idiomas; por un lado, al ver a buenos cantantes malograr sus performances al cantar temas en inglés o portugués de modo cuestionable (por decir lo menos) y por otro, buscando y experimentando personalmente los misterios de lo que llamo "la música de los idiomas", también conocida como "acento".
Y sin que esto sea una novedad, me topé con el hecho de que la "colocación" del aparato fonador es esencial en la emisión y eso es justamente lo que caracteriza el "sonido" al que me refiero, incluidas las diferencias de regiones. Para decirlo de otro modo, la colocación fónica para hablar español no es la misma que para hablar francés y los angloparlantes británicos y norteamericanos "suenan" diferente porque colocan y por tanto emiten de modo diferente.
Tanto las vocales como las consonantes responden a una particular colocación del aparato fonador, y si al español podemos considerarlo como idioma plano, dado que por ejemplo las vocales se pronuncian siempre igual, más allá de algunos regionalismos, en el inglés la pronunciación es muy variable y no tiene reglas precisas: en bat, car, war, may y take tenemos cinco diferentes pronunciaciones de a, y todas ellas son distintas de la a española.
El método que he desarrollado se apoya básicamente en tres aspectos:
- La equivalencia o traslación de colocaciones del español adaptadas al inglés o al portugués, en el caso de las vocales, más la incorporación de algunas particularidades. Tomemos como ejemplo la a de la palabra inglesa car (automóvil). Para lograr la correcta pronunciación de esa a, colocar la boca como para decir una o pero emitir una a.
- La correcta articulación de la lengua y/o los labios para producir el sonido adecuado, en el caso de las consonantes. Tomemos como ejemplo la t de la palabra inglesa tag (etiqueta). Para lograr la apropiada pronunciación es necesario retroceder el punto de contacto de la lengua con el paladar, en relación a la t española, pues en ésta la lengua toca dientes y paladar pero en la t inglesa la lengua sólo toca el paladar con la punta.
- La adecuada manera de hilar las pronunciaciones dentro de una palabra, destacando que, por ejemplo, el inglés es un idioma muy poco reglado y con mucha variabilidad de casos, (o el portugués-brasileño, también variable pero mucho menos), a diferencia del español que es reglado e invariable.
En la palabra thought (pensamiento), la th inicial se pronuncia como la z española, la ou como o algo alargada, la gh no se pronuncia y finaliza con la t inglesa.
En cambio, si le quitamos la t final, queda la palabra though (aunque), en la que la th inicial se pronuncia como la d española, la ou como ou y la gh no se pronuncia.
Y si ahora le quitamos la primera h, queda la palabra tough (duro), en la que la t inicial se pronuncia como la t inglesa, la ou como u (la a de cut) y la gh como f.
Como se puede apreciar, sin duda requiere entrenamiento y práctica, pero al final los resultados llegan a ser espectaculares. Lo he aplicado en cantantes pero puede serle útil también a quienes ya hablan inglés o portugués, por necesidades profesionales de otro orden, pero tienen dificultades para lograr el "acento" adecuado.
He tardado unos veinte días en "aterrizar" del viaje a México. Debe ser cierto lo que alguna vez dijo García Márquez en cuanto a que, al viajar en avión, a destino llega el cuerpo pero el alma llega tres días más tarde. Bueno, a mí me tomó más...
Almorzando con Antonio y Paola (y Paolito) en el Mercado de Guanajuato
Gracias al afecto y el apoyo de nuestros queridos amigos Paola y Antonio (sin olvidar a Paolito), disfrutamos de un paseo memorable. Comenzando por las bellezas que ofrece el Distrito Federal (y alrededores): Teotihuacán, el Museo Nacional de Antropología, las excavaciones y museo del Templo Mayor, la casa de Frida Kahlo, el Palacio Bellas Artes, la feria de Coyoacán, las callecitas de San Ángel. En realidad, este apretado listado es sólo una pequeña porción si tenemos en cuenta todo lo que no alcanzamos a ver.
Pero quizás el viaje encantado fue el recorrido en auto hacia el norte cercano, comenzando por Querétaro, en donde además de disfrutar de la joya cultural que es la ciudad toda, tuvimos el placer de encontrarnos nuevamente con nuestros queridos Alfredo Montané y Teresa Vargas.
El viaje siguió hacia Guanajuato, con su magia, sus callecitas, sus túneles y su extraordinario colorido. Y era ineludible la visita a San Miguel de Allende, con un hotelito de cuento de hadas y en donde además pasamos Año Nuevo, festejando en la plaza con fuegos artificiales y baile. Un capítulo especial fue buscar los lugares dibujados hace más de treinta años. Y los encontramos, algo cambiados, claro, pero encontrados al fin.
El paso por Dolores Hidalgo y Capula, admirando las maravillosas artesanías, fue el preludio a la visita a esa otra joya que es Morelia, con sus cuadras y cuadras de edificios coloniales en impecable estado.
Y la guinda del postre fue el viaje a Tlalpujahua, a 2.700 metros de altura, para hacer estación ahí y partir al día siguiente a El Rosario, uno de los santuarios de las mariposas monarca, que vienen desde Canadá para hibernar. Subir y subir, hasta los 3.300 metros, y encontrarse con un bosque frío de proporciones alucinantes, ornamentado por enormes "racimos" de estas exóticas mariposas migrantes. Tuvimos poco sol y poco movimiento, pero de todos modos fue un paseo inolvidable. Creo que mejor que describirlo es compartir este video:
Después de disfrutar largamente la última película de los Muppets, me invadieron los recuerdos y la nostalgia de cuando homenajeábamos con la Banda Elástica a esos entrañables personajes.
En el primer espectáculo que montamos, año 1988, el homenaje incluía el tema principal de la serie y la canción "It's not easy being green", en la que yo cantaba imitando a Kermit (la rana René). A pesar de ser en inglés, funcionaba muy bien y llegó a tener momentos desopilantes como cuando una noche, en el halo de los focos que iluminaban a Kermit y permitían el "casi negro" en el resto del escenario, apareció volando en la luz una mosquita e hice que Kermit se la comiera, como bien le correspondía a una rana. Las risas de los compañeros del grupo, que estaban tocando, hicieron que casi tropezáramos musicalmente, pero todo llegó a buen fin...
En la segunda versión del homenaje se sumó Carlos Costantini, imitando a Rowlf (el perro Rufo), y junto con Kermit cantábamos "The rainbow connection", también en inglés, y había dos intervenciones de chistes (Hugo Pierre y yo) como un recuerdo a las eternas insistencias de Fozzie (el oso Figueredo). Por suerte, esa versión sí se conservó y aunque es en video casero, creo que es un buen documento y vale la pena ser compartido.