sábado, 10 de noviembre de 2007

Offside Chamber Orchestra

Cuando tuve que ponerme a aprender a toda máquina cómo demonios se hacía para “mover” una orquesta, y poder dirigir en Rosario la primera versión de las “Veladas espeluznantes”, se me ocurrió armar un “octeto de entrenamiento” (flauta, clarinete, corno, cuarteto de cuerdas y contrabajo). Ensayábamos con todas las partituras “reducidas”, en el Teatro del Globo gracias al buenazo de Cacho Carcavallo y más que nada gracias a la infinita paciencia y buena voluntad de los músicos que me acompañaron en la aventura. Me acuerdo solamente de algunos (Elías Gurevich, Juan Roqué Alsina, Marcelo Bru, Gabriel Pinette, Luis Tauriello, Fernando Chiappero) y pido disculpas por la mala memoria, tal vez algún alma caritativa que lea esto me acerque más datos.

El hecho es que a fines del ´94 la idea de tocar repertorio sinfónico en reducción me volvió a rondar y armé una sinfónica en miniatura con flauta, oboe, dos clarinetes, fagot, dos cornos, trompeta, trombón, bajo/percusión, guitarra/percusión, cuatro primeros violines, tres segundos, dos violas, dos cellos y contrabajo, con la posibilidad de “estrenarla” en una fiesta empresaria. El programa incluía algunos “juegos”, obras serias (Faure, Dvorak y otros), anécdotas, en fin, toda una apuesta... Como es habitual, tocamos después de la cena y el clima general, como a veces sucede en estos eventos, no parecía ser muy favorable, sobre todo teniendo en cuenta que “abríamos” con un vals de Johann Strauss y no precisamente uno de los más movidos (Rosas del Sud). Creo que los ganamos con la sorpresa, al principio estaban como desconcertados pero al tercer tema “estaban adentro” y cuando cerramos con la “Pequeña música hebrea” aplaudían subidos a las mesas...

Al año siguiente hicimos unas cuantas presentaciones y llegamos a hacer una temporadita en la reapertura del Teatro Lassalle, pero era lógico que tuviera corta duración, éramos veinticuatro en un tiempo en que todo grupo musical de más de tres comenzaba a ser un exotismo. De todos modos valió la pena, nos divertimos mucho, hicimos buena música y hasta nos dimos el lujo de cerrar el ciclo haciendo de bis, y con dos cantantes, las tres arias del final del primer acto de "La Bohème".

miércoles, 10 de octubre de 2007

Humor, con Acher

Cómo empezó la historia...

 A fines de 1992 iba con cierta frecuencia a un simpático pub del barrio de Belgrano que se llamaba “Merlyn”. Tomando café con los dueños, en marzo del ´93, me preguntaron si no tenía ganas de hacer alguna presentación. No es que no tuviera nada preparado, es que nunca se me había ocurrido presentarme solo y me preguntaba “¿haciendo qué?”...

Casualmente, por esa época nos juntábamos con Rudy (Marcelo Rudaeff) a tomar café, y le propuse que armáramos un unipersonal de puro humor y sin nada de música, pues poco o nada podía hacer yo solo. Después de reírnos varias semanas con los disparates que escribíamos, le fuimos dando forma y decidí hacer el experimento de enfrentarme al público solito yo y mi alma. En mayo del ´93 se anunció la presentación de “Humor, con Acher” por dos sábados. El personaje era un señor que se veía obligado a dar una conferencia sobre humor pero cuyo texto le evocaba chistes, hasta que dejaba los papeles de lado y terminaba contando chistes “a pedido del público”. Para el segundo sábado ya se hicieron dos funciones, a la semana siguiente una el viernes y dos el sábado, y en el boliche que se llenaba con unas noventa o cien personas había noches de ciento treinta y más. Para hacerla corta, lo hice durante todo ese año y el siguiente. Luego lo hice en el “Paseo La Plaza”, “Teatro de la cova”, “Clásica y moderna”, “Opera Prima”, en el interior, en Chile, etc. Con el tiempo se fue renovando y lo que fue un “experimento” de dos sábados duró mucho más de lo imaginado y todavía hoy, cuando lo saco ”de la galera” más actualizado y flexible, sigue funcionando como en sus mejores días.

La ventaja del esquema es que, por suerte, los chistes no se acaban nunca...