Viviendo en el Cajón del Maipo, a fines del 2008 encontramos en la entrada de la casa, a pleno sol, una bolsa de grueso plástico con un diminuto bulto negro que ya apenas se movía. Con todo cuidado abrimos la bolsa, sin saber bien qué contenía, y resultó ser un gatito negro de pocas semanas. Después de tranquilizarlo y alimentarlo, pasó a formar parte de la familia, con algunas protestas por parte de Mateo y Ofelia (nuestros otros dos gatos) pero al poco tiempo las cosas se acomodaron.
Negro de punta a punta, salvo una mínima "corbatita" blanca, Fellini se fue convirtiendo en un robusto gato, buen cazador y afecto a las salidas nocturnas... Cuando decidimos regresar a la ciudad nos acomodamos con los tres gatos en un departamento, cómodo por demás pero lógicamente sin las innumerables posibilidades de aventura y diversión que la parcela ofrecía. Mateo y Ofelia no tardaron en adaptarse pues ya habían vivido en departamento, pero el pobre Fellini no encontraba la manera, estaba inquieto, comía poco, orinaba en cualquier lado, peleaba con los otros dos... Veterinario urgente! Y un diagnóstico previsible: problemas de adaptación y estrés. Después de unos pocos días de darle tranqulizantes ya nos dolía el alma ver a Fellini hecho un tonto, escondido bajo un sofá, hecho un fantasmita. Y para peor, descubrimos rastros de sangre en algunos rincones. Para hacerla corta, le encontraron cristales en la orina, evidentemente producto del mismo estrés, y la dura conclusión fue que debíamos encontrarle otro hogar porque en esas condiciones tarde o temprano se nos iba a morir. Claro, la dificultad radicaba en quién podría querer un gato negro, ya de dos años y enfermito. Y bingo! dimos con una señora que necesitaba un gato adulto y cazador, para cuidarle el depósito de comida para mascotas. Y con hijo veterinario. Mejor imposible. Al poco tiempo tuvimos buenas noticias pues Fellini, recuperado totalmente, andaba triscando por la parcela y cumpliendo con su rol de cuidador.
Lo curioso es que la nueva dueña tenía a su mamá en el segundo piso de la casa, enferma con Alzheimer y prácticamente postrada, comiendo apenas y sin hablar ni comunicarse. Una noche, al volver del cine, la señora se encontró con su madre sentada en la cama, con Fellini en su falda, diciéndole: "Mira quién vino a visitarme...". Y a partir de entonces, la señora comenzó un milagroso proceso de recuperación, siempre con Fellini a su lado. Le retiraron la mayor parte de la medicación y el progreso fue tan espectacular que los médicos sugirieron que ya estaba en condiciones de recibir otro tipo de tratamiento. Y hete aquí que la otra hija de esta señora vive en Estados Unidos y trabaja en el área de salud. Conclusión: la señora viajó a Philadelphia, con Fellini en cabina, y hace meses que está progresando gracias a ese angelito negro que la acompaña en todo momento.
Las muchas lágrimas al dejar partir a Fellini se compensaron largamente. Y no deja uno de preguntarse si la persona (???) que lo dejó colgado, para que muriera al sol, puede siquiera haber imaginado que ese entrañable gato negro nos daría tantos gratos momentos y que terminaría ayudando a la cura de otra persona, devolviendo la alegría a una familia. Como bien dijo un querido amigo, al conocer esta historia, la vida siempre es sagrada.
Negro de punta a punta, salvo una mínima "corbatita" blanca, Fellini se fue convirtiendo en un robusto gato, buen cazador y afecto a las salidas nocturnas... Cuando decidimos regresar a la ciudad nos acomodamos con los tres gatos en un departamento, cómodo por demás pero lógicamente sin las innumerables posibilidades de aventura y diversión que la parcela ofrecía. Mateo y Ofelia no tardaron en adaptarse pues ya habían vivido en departamento, pero el pobre Fellini no encontraba la manera, estaba inquieto, comía poco, orinaba en cualquier lado, peleaba con los otros dos... Veterinario urgente! Y un diagnóstico previsible: problemas de adaptación y estrés. Después de unos pocos días de darle tranqulizantes ya nos dolía el alma ver a Fellini hecho un tonto, escondido bajo un sofá, hecho un fantasmita. Y para peor, descubrimos rastros de sangre en algunos rincones. Para hacerla corta, le encontraron cristales en la orina, evidentemente producto del mismo estrés, y la dura conclusión fue que debíamos encontrarle otro hogar porque en esas condiciones tarde o temprano se nos iba a morir. Claro, la dificultad radicaba en quién podría querer un gato negro, ya de dos años y enfermito. Y bingo! dimos con una señora que necesitaba un gato adulto y cazador, para cuidarle el depósito de comida para mascotas. Y con hijo veterinario. Mejor imposible. Al poco tiempo tuvimos buenas noticias pues Fellini, recuperado totalmente, andaba triscando por la parcela y cumpliendo con su rol de cuidador.
Lo curioso es que la nueva dueña tenía a su mamá en el segundo piso de la casa, enferma con Alzheimer y prácticamente postrada, comiendo apenas y sin hablar ni comunicarse. Una noche, al volver del cine, la señora se encontró con su madre sentada en la cama, con Fellini en su falda, diciéndole: "Mira quién vino a visitarme...". Y a partir de entonces, la señora comenzó un milagroso proceso de recuperación, siempre con Fellini a su lado. Le retiraron la mayor parte de la medicación y el progreso fue tan espectacular que los médicos sugirieron que ya estaba en condiciones de recibir otro tipo de tratamiento. Y hete aquí que la otra hija de esta señora vive en Estados Unidos y trabaja en el área de salud. Conclusión: la señora viajó a Philadelphia, con Fellini en cabina, y hace meses que está progresando gracias a ese angelito negro que la acompaña en todo momento.
Las muchas lágrimas al dejar partir a Fellini se compensaron largamente. Y no deja uno de preguntarse si la persona (???) que lo dejó colgado, para que muriera al sol, puede siquiera haber imaginado que ese entrañable gato negro nos daría tantos gratos momentos y que terminaría ayudando a la cura de otra persona, devolviendo la alegría a una familia. Como bien dijo un querido amigo, al conocer esta historia, la vida siempre es sagrada.
Qué bueno encontrarte Ernesto, aunque no te conozco en vivo...he sabido de tí y tu talento musical y artístico desde hace mucho tiempo.
ResponderEliminarMi hijo Manuel es fans tuyo y tiene muchas grabaciones tuyas que porsupuesto ha compartido en algunas ocasiones con la familia.
Entretenido y tiernisima la historia de Fellini, aunque no tengo buenas experiencias con gatos, son muy especiales y reconozco que uno se encariña con ellos. Tengo una larga historia de gatos que algún dia contaré.
Saludos y bienvenido a estas redes que nos enredan de Gabriel.
Qué bueno encontrarte Ernesto. Gabriel me recomendó tu blog y esta primera historia que leo me encantó. "Por algo pasan las cosas" decía mi abuela, y tenía razón. "Todo es para mejor" es mi filosofía; porque cuando algo muere, otras cosas nacen. Alguien tenía que abandonar este gatito para que cumpliera su propósito. Gracias por compartir tan linda historia.
ResponderEliminarConmovedora y a la vez hermosa historia,
ResponderEliminarUn enorme abrazo de quien siempre te recuerda y te extraña.
No te imaginas todos los intentos, lamentablemente vanos, que hice para ir al Astral.
Espero tener revancha.
Con el cariño de sienpre.
Yoyo
Preciosa historia!
ResponderEliminarMaestro querido!!!
ResponderEliminarAcá estoy nuevamente posteando la tan bonita nota con la historia de Fellini....
Estaba convencida que ya había dejado un comentario....
Pero en fin.
Acá vuelvo a dejar mis huellitas.
Me encantó y me emocionó mucho la historia de ese duendecito negro!!
Además de ser bella de por sí,está magistralmente relatada!!
Gracias por la posibilidad de compartir esos pequeños retazos de la magia de la coincidencia.
UN BESO!!!
Cómo le va Don Ernesto…
ResponderEliminarEspero se acuerde de mi: “El Gato de Don Ernesto”
Que lindos gatitos, veo que he fallado por uno y en el color también jajajaja.
Gracias por compartir tan linda historia; y en verdad uno nunca sabe todo lo que estas hermosas criaturas nos pueden brindar, enseñar y ayudar; es algo inenarrable...
Que gusto saber de usted.
Saludos desde Ecuador.
Besitos!
Mafer.