domingo, 11 de marzo de 2012

Cómo ponerse...

Hace muchos años, estando en casa con un buen amigo, empresario de mudanzas y especialista en mover pianos, le pedí que llevara un piano vertical desde una habitación de la casa a otra. Accedió, como siempre de buen grado, y con una sonrisa algo enigmática me dijo que podíamos hacerlo en ese mismo momento si yo me animaba a darle una mano. Lo miré con cara de incredulidad, pensando que lo decía en broma, pero él insistió, siempre sonriente, que la cosa iba en serio.

Trajo los elementos de su camioneta y confiando en él, como siempre lo hice, dejé que me pusiera el arnés y que colocara el gancho debajo de uno de los extremos del piano, lo que me dejó un poco agachado. Siempre con una sonrisa, me preguntó si estaba listo y a su cuenta de tres intenté levantar el piano. Ni qué decir que no pude moverlo ni un milímetro. Ya a esta altura de los acontecimientos, la sonrisa de mi amigo Carlos se había convertido en franca risa...

Y se produjo el siguiente diálogo:
Carlos (entre risas) - ¿Qué hiciste?
Yo - Y... traté de levantar el piano.
Carlos - Pero hiciste una fuerza bárbara y te pusiste rojo como un tomate.
Yo - Bueno, el piano no es una pluma que digamos...
Carlos - Pero la cosa no es así, es mucho más fácil. Si te arrimas bien pegado al piano y después tratas de levantarte de a poco, el piano vendrá contigo.

Siempre amparado en la confianza, hice lo que me decía y, para mi enorme sorpresa, pude levantar el piano. No digo que sin esfuerzo pero con una naturalidad que aún hoy recuerdo como increíble.

La enorme lección, a la que siempre estoy agradecido, fue comprender que para abordar las cosas hay que aprender primero a colocarse de la manera adecuada. Y después lo asocié con la música, concluyendo que descubrir el "cómo ponerse" frente a la experiencia musical es la clave para una auténtica comprensión en profundidad.

7 comentarios:

  1. Y me atrevería a decir, no sin cierta humildad, que la lección es aplicable a casi todos los ámbitos de la vida, estimado maestro...

    ¡Linda anécdota y mejor lección!

    Un abrazo muy fuerte desde España, donde se le recuerda, se le admira y se le añora.

    ResponderEliminar
  2. Esta anécdota nos deja una interesante y muy linda moraleja.

    Gran abrazo, querido amigo, desde Seattle!

    ResponderEliminar
  3. Muy linda anécdota, pero mejor el análisis!!

    Un abrazo gigante (a los tres).

    ResponderEliminar
  4. ¡¡Qué bonita anécdota!! Me hace acordar al cuento de la Campana de Kyoto.

    Un abrazo grande, usté verá cómo (y si) lo reparte.

    ResponderEliminar
  5. Es increible cómo el saber, sí, ocupa lugar.
    En éste caso, solucionando cómo transportar el piano sin demasiado esfuerzo.
    Suele pasar algo así, cuando uno aprende a emitir sonidos de forma saludable, para no lastimar las cuerdas vocales.
    A veces,al presentir un tono agudo,se tiende a cerrar y apretar desde la garganta hasta.....la mente.
    Cuando se aprende la técnica adecuada sobran tonos a roletes.
    ¿Verdad Roletes?

    BESOS MAESTRO!!!!
    Siempre es un lujo leerlo!!!!

    ResponderEliminar
  6. Excelente análisis, y obviamente cada uno lo aplica a
    su propia vida y a los desafios que esta nos presenta!
    Muchas gracias, con esto atesoro una gran
    enseñanza!
    Monica Acher

    ResponderEliminar
  7. Como siempre, mi querido Don Ernesto, nos muestra que aún en las cosas más cotidianas hay que aprender con humorismo, besos de sus amigos de México.

    Virginia Monroy.

    ResponderEliminar