La forma del cuarteto de cuerdas es tal vez el más exquisito ejemplo de "destilado musical", vigente ya desde los tiempos fundacionales de Haydn hasta nuestros días. No sólo la escritura de la forma cuarteto es una suerte de compendio expresivo llevado al extremo, también la forma "física" del cuarteto (dos violines, viola, cello) nos muestra cómo la "conexión" permite volar y fluir por esos insospechados espacios de la inspiración musical. No casualmente muchos de los mejores compositores de primera línea, siendo grandes sinfonistas, llegaron en la etapa final de sus vidas a este excepcional territorio del cuarteto de cuerdas, en el que volcaron toda su sabiduría y su capacidad de síntesis.
En el video del Cuarteto Kopelman se puede apreciar cómo "respiran" sincronizadamente para que el lirismo de Borodin aparezca en todo su esplendor. Se mueven como hojas de una maravillosa planta mecida por una envolvente brisa.
La conexión suele ser mágica, todos volando alrededor de un mismo centro que no está en ningún lado o, mejor dicho, está dentro de nosotros mismos. Y en el caso de estos excepcionales intérpretes, en ese mecerse y en esa
sincronicidad la música envuelve con su brillo, la música captura. Tanto a quienes
la hacen como a quienes la escuchan...