Cómo empezó la historia...
En el verano de 1987, después de mucho tiempo me reencontré con
Jorge Navarro y a fines de ese año le propuse armar un grupo que tuviera como base su trío de entonces, con Juan Amaral en bajo y Pocho Lapouble en batería, agregando a
Carlos Costantini en trompeta, Juan Carlos Bazán en clarinete,
Hugo Pierre en saxos,
Ricardo Lew en guitarra y yo en trombón. Tuvimos dificultades de entrada pues Bazán primero y luego Lapouble tuvieron que abandonar el proyecto. Por sugerencia de Hugo, se incorporó Enrique Varela en saxos y a propuesta mía el
Zurdo Roizner en batería.
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Arriba: Roizner, Amaral, Costantini
Abajo: Lew, Pierre, Acher, Varela, Navarro |
Tal vez deba figurar en el Guinness, pero lo cierto es que los ocho estuvimos ensayando y probando cosas durante los primeros seis meses del ´88, de nueve de la mañana a una de la tarde y, si bien las caras de sueño a veces daban susto, nunca faltó nadie. La idea inicial era una suerte de bandita dixieland con variantes, pero a medida que probábamos cosas apareció un grado de versatilidad que al principio no estaba en los planes. La cosa era divertirse tocando de todo, jazz, tango, folklore, salsa y todo lo que se nos ocurriera, y actuar de vez en cuando en un pub o en algún “country”. Un encuentro casual con
Alfredo Zemma, amigo del ambiente teatral y en ese entonces director del Teatro Nacional Cervantes, derivó en una invitación para un ciclo de trasnoche que se iba a hacer en julio. El ciclo no se hizo pero un día llamó Zemma diciendo que ya que el estreno de “Saverio el cruel” se postergaba, ofrecía hacer la presentación del grupo un sábado!!! (18 de junio) Y en horario central!! Y nos caímos de espaldas... Nos pusimos a trabajar como locos porque, entre otras cosas, el grupo ni siquiera tenía nombre y estábamos a poco más de un mes de la fecha. Tuvimos el apoyo de muchos amigos, en especial de José Tarica (que prestó el lugar de ensayo) y Armando Rapallo (periodista de Clarín) y para nuestra sorpresa, la noche del estreno el
Teatro Cervantes estuvo lleno hasta el tope.
Ahí comenzó un sueño que, aunque duró menos tiempo del que merecía, guardo en el mejor lugar del corazón por los muchos momentos de felicidad que me dio y estoy seguro que mis compañeros sienten lo mismo.